
Niño del cerro El Plomo: Un testigo del pasado Inca – Historia de su hallazgo, Nota mnhn. (Contiene Vídeos Documentales)
El cuerpo del niño del cerro El Plomo es el primer descubrimiento de esta clase en Chile y desde su hallazgo en 1954, es uno de los tesoros más importantes del Museo Nacional de Historia Natural.
Para mantener su adecuado estado de conservación se resguarda en una cámara especializada, con una humedad relativa entre 42% y 45% y con una temperatura fluctuante entre -2° y -4°C.
El niño del Cerro El Plomo es el cuerpo liofilizado naturalmente de un niño incásico, de aproximadamente 8 años, ofrendado en honor al dios inca Inti (Sol) en la ceremonia de la Capacocha, ritual religioso del Tawantinsuyu o Imperio Inca.
Fue enterrado vivo a 5.400 metros de altura hace más de 500 años en el Cerro el Plomo (ubicado en la Región Metropolitana), en una ceremonia en la que participó una comitiva de nobles, sacerdotes y oficiantes del Imperio.
El momento cúlmine de la ceremonia habría sido cuando el niño, adormecido por el cansancio, la altura y la ingesta de chicha o de alguna otra sustancia narcótica, fue puesto en una cámara rectangular de una profundidad de 0.80 cm., previamente excavada en el piso congelado de una estructura con muros de piedra, la cual fue sellada con piedras laja.
Junto al Niño fue depositada una ofrenda funeraria, compuesta de distintos objetos ceremoniales de los que se recuperaron dos figuras de camélidos, una de aleación de oro y plata y otra de concha de mullu (Spondylus); una bolsa de lana recubierta con plumas de parina que contenía hojas de coca.
También incluía un conjunto de bolsas pequeñas de cuero que guardaban recortes de cabello, de uñas y dientes temporales del Niño, así como hebras de lana roja y, una figura antropomorfa de plata, de sexo femenino, vestida con prendas textiles y coronada con un tocado cefálico de plumas rojas y amarillas.
El niño fue vestido para la ceremonia con una camisa de lana oscura o unku, con adornos de piel de color blanco ribeteada con flecos de lana roja, una manta o yakolla que cubría su espalda y mocasines de cuero o hissku, decorados con cinta de lana bordada.
Pintaron su rostro de rojo con franjas ocres y su cabello fue peinado con más de doscientas trenzas, ciñéndole la cabeza con un llautu, un cordón de pelo fuertemente torcido de varias vueltas, que descendía bajo la barbilla, sosteniendo un adorno de plata. En su antebrazo derecho lucía un ancho brazalete de plata laminada y sobre su cabeza llevaba un tocado de lana negra, coronado con plumas de cóndor.
A partir de su indumentaria y adornos, se estima que el niño provendría de alguna zona del Collasuyu, provincia sur del Tawantinsuyu, que abarcaba el altiplano peruano-boliviano, el noroeste argentino y parte de Chile.
Desde su hallazgo el niño del cerro El Plomo ha sido nombrado de diferentes formas. «El chiquillo», «el niño», «niña inca», «el príncipe de El Plomo» o «la momia del cerro El Plomo», y más recientemente Cauri Pacssa.
Sobre él se han realizado múltiples investigaciones para determinar la biología de su cuerpo, y establecer cómo se logró conservar durante cinco siglos.
Historia de su hallazgo:
El niño fue retirado de la exhibición «Chile Biogeográfico» del Museo, y fue remplazado por una réplica por razones de conservación y acorde con las recomendaciones de UNESCO, que sugiere no exhibir restos humanos.
A finales de enero de 1954, Guillermo Chacón, buscador de minas y tesoros, junto a su amigo Luis Gerardo Ríos y su sobrino Jaime Ríos, iniciaron una excursión desde la localidad de Puente Alto, que tenía como objetivo explorar tres estructuras de piedra en el cerro El Plomo, a 5.400 metros de altura en la cordillera frente a Santiago.
No era la primera vez que Chacón, detrás la huella de una mina de plata, había ascendido dicho cerro y excavado en el lugar, donde había encontrado algunas figuras de plata de confección indígena.
Por su avanzada edad, Chacón no subió hasta las estructuras de piedra y permaneció en un sector llamado «Piedra Numerada», mientras Gerardo Ríos y su sobrino Jaime ascendían hasta el punto más alto para cumplir con su objetivo.
Luego de una dura jornada de excavación y afectado por la altura, Jaime Ríos encontró en la última de las pircas o estructuras dos figuras de camélidos, una de aleación de oro y plata y otra de concha de mullu, junto con otros objetos que componían la ofrenda ritual del Niño.
Prosiguieron con su trabajo hasta que se toparon con un objeto, que si bien no era duro, fue de difícil extracción. Después de tomar un descanso y almorzar, insistieron con pala y chuzo hasta que finalmente Luis Gerardo Ríos pudo extraer ese bulto, se lo pasó a su sobrino y siguió explorando la pirca. Minutos después, Jaime le comunicó que el bulto contenía un «niñito». Era el 1 de febrero de 1954.
Bajaron a «Piedra Numerada» y pasaron la noche junto a Guillermo Chacón. Antes de volver a Puente Alto decidieron enterrar el cuerpo del infante en una cueva y descender sólo con los otros objetos que habían encontrado.
Semanas después, Chacón propuso a Gerardo Ríos buscar alguien que les dijera el valor de lo encontrado. Viajaron entonces a Santiago con el propósito de consultar y vender los objetos. Se dirigieron primero hasta el Museo Histórico Nacional, donde no fueron recibidos y luego hasta la Quinta Normal para visitar el Museo Nacional de Historia Natural.
En el Museo Nacional de Historia Natural fueron recibidos por Grete Mostny, jefa de la Sección Antropología entre los años 1943 y 1964, quien examinó lo traído por Chacón y Ríos. Mostny les solicitó que volvieran en unos días debido a la ausencia del director Humberto Fuenzalida. En la segunda visita, Fuenzalida, también examinó los objetos, pero no se pudo llegar a un acuerdo sobre el precio y la venta no se efectuó.
En días posteriores Grete Mostny viajó a Puente Alto con el propósito de adquirir el cuerpo del Niño para el Museo. El 8 de marzo de 1954, Guillermo Chacón y Gerardo Ríos ascendieron a El Plomo, retiraron el cuerpo de la cueva donde lo habían dejado y bajaron a Puente Alto.
Las negociaciones entre Chacón y el director del Museo fueron arduas hasta que finalmente la pieza fue adquirida por la suma de 45 mil pesos de la época. Este hecho alcanzó gran cobertura informativa en los medios nacionales e internacionales, dándolo a conocer erróneamente como la momia del Cerro El Plomo, además de afirmar que se trataba de una princesa.
El hallazgo del niño del Cerro El Plomo fue el primer descubrimiento de esta naturaleza efectuado en Chile y se caracterizó por la calidad de su conservación así como por la modalidad de su enterratorio.